ADVERTENCIA: El siguiente cuento es ficción, cualquier parecido a hechos o personas. Son solo casualidades de mis alucinaciones.
Ella estaba feliz, sin mentirles ni nada por el estilo,
ella estaba realmente en catarsis por presentarme a sus amigos. Yo por mi parte
sentía esa desmotivación y predisposición al fracaso, no sé si por mi pesimismo
o porque escuchar historias de cuando “eso fue antes de conocerte” me resultara
agradable. Ya saben a lo que me refiero, historias de ex novios, el tipo que conoció
en una noche de disco, en fin historias que resultan incomodo en un principio
de la relación. Yo no puedo ser tan hipócrita y hacer como si no tuviese
pasado. Pero siempre he pensado que esos temas se van dando solos, mientras la
relación se va solidificando al igual que la confianza.
Pero ella estaba entusiasmada, tanto que transmitía con
total seguridad que todos la pasaríamos de maravillas, lo simpático y
agradables que son sus amigos, que todos me van caer bien y me sentiría parte
del grupo. Yo no quería ser parte de ningún grupo y no por ser una persona
antipática o sociópata. Yo no quería sentirme obligado pertenecer a un grupo para
estar con una mujer. Pero verla tan contenta me despertaba una ternura, mucho más
que el rechazo por la junta con sus amigos. De mala gana aceptaba verme en
medio de gente extraña, pero mis ganas de estar con ella y hacerla feliz, me
veía obligado a comer mi pesimismo.
Llego el día de la junta y me preparaba psicológicamente
para asentir y sonreír de forma amable. Hacia el ejercicio mental de intentar
restringir mis groserías por frases, evitar la política como tema, evitar una
discusión por futbol o por lo que fuera. Intentaba poder llevarle el juego a
ella de sentirme y caer bien en su grupo. No tomar más de la cuenta, dar las
gracias, no tratar a nadie de tarado, no mostrar mi maldita costumbre de
relucir mis odios e intentar ser amigable como un dibujo infantil. Para ustedes
pensaran que era tarea fácil, puede que sí, pero mi naturaleza resentida es
algo que me ha llevado trabajo controlar. Aun en el ámbito laboral me lleva
dolores de cabeza por el mismo tema.
Me apure bastante en vano en ser puntal para no comenzar
mal la velada. Pues ella llego con un retraso al lugar de encuentro no tan elegante
y más bien algo grosero. Hago punto en esto porque contribuía a mi mala predisposición,
no es agradable esperar cuando no tienes ninguna gana de ir a la junta. Pero
asumo que verla llegar tan arreglada y hermosa, me hiso sentir empatía con su
esfuerzo de verse digna para la ocasión que ella consideraba importante. Por
otro lado me sentía bastante orgulloso de ser el acompañante de tan deseable
mujer. Pero aun así no ayudaba a mi mala gana de ir a la reunión, mas prefería
llevarla a mi habitación y desnudarla para hacer el amor con ella a solas, cómplices
ambos entre las cuatro paredes de mi cuarto. Ella me saludo llena de amor y su
boca tibia reafirmaba mis intenciones de soledad con ella. Tome su mano y con
la suerte tirada, comenzamos el viaje
con el destino de la no tan agradable junta para mí. Esperaba de corazón que
ella se diera cuenta que lo hacía porque de verdad estaba enamorado.
El lugar de estas reuniones fue la típica casa clase
media, casa pareada dentro de un pasaje enrejado. Costumbre de la pequeña
burguesía para hacer la diferencia con los guetos, en tener que demostrar que
“nosotros tenemos cosas valiosas que proteger” y toda esa mierda. La casa era
bastante simple de dos pisos, pero no era por lujo, más bien es el ingenio de
la arquitectura criolla por intentar ahorrar espacio. Estos hogares son todos
iguales y predecibles. Unos adornos por aquí de algunas vacaciones, unas fotos
por allá de algún momento importante, la televisión en el living y la sensación
de orden y pulcritud entrando hasta por la nariz. Ella entro con toda la
naturalidad y saludo al grupo que ya estaba reunido. Como era de esperar las
mujeres en la sala bebiendo aperitivos y comiendo maní salado, lo hombres en el
patio amenizando las brasas y bebiendo cervezas. Pues aquí comenzaba mi primera
tortura tener que saludar y presentarme, sonreír y sentirme agradecido de
tremenda hospitalidad. Puedo decir para no caer en la injusticia que mi recibimiento
fue amable y cálido.
El grupo era algo así si mal no recuerdo; estaban por
lógica los dueños de casa, ella algo regordeta y bastante risueña, de esas que
tratan a todos de gordos o amor y que viven
en dietas fallidas; el en cambio asumía su obesidad evidente, de trato tosco y fraternal,
de seguro en la noche me dirá compadre o hermano según el grado de ebriedad;
estaba una amiga soltera en el grupo, de maquillaje casi grotesco, fea no era,
pero era su culo lo que más se rescataba de su figura, de trato siútico, pero
su culo (del cual me propuse no mirar más de una fracción de segundo y de forma
lo más disimulada posible) me impidió poder sacar más deducciones de su
persona; la otra amiga y su pareja, ella bastante arreglada y elegante, sabia
como sacarse partido, se mostraba más bien arisca y sabía que aparte del saludo
no tendría más intercambio de palabras con ella; en cambio su novio se veía más
abierto al dialogo, pero para hacer alarde de algo a lo que se dedica, aun
cuando son de esas personas que no salen ni con palanca de la normalidad. En
general no me causaron ni rechazo ni mucho menos apego, pero me trataron bien así
que me podía comportar como lo había ensayado todo el día.
Como era obvio me invitaron a la parrilla, para hablar
cosas de hombres y dejar a las mujeres en sus temas cotidianos. Como era de
esperar el dueño de casa por un complejo de macho alfa, me integra a la
conversación con clásicas preguntas que siempre son una tradición.
-Bueno mi amigo- lo conocía solo 5 minutos y ya era
“amigo”- ¿a qué te dedicas?- que pregunta tan predecible, veía que la
originalidad no era lo suyo.
-Yo por ahora soy vendedor de seguros, puede que en un
futuro sea agente de viajes. Pero me gustaría ser dictador del mundo, pero también
me atrae mucho la posibilidad de pasar de nadie a don nadie- maldición, mi
sarcasmos salían a la luz como no debía ser el plan propuesto.
-Jajajajajajajaja-
por lo menos se estaba riendo -me parece que debieras ser comediante, de
esos que hacen monólogos. ¿Cómo es que se llaman?
-Stand up- respondía aliviado de que se lo tomara con
humor.
-Con la gorda vimos un show de esos en Buenos Aires,
bastante bueno- acotaba señor normalidad y ya me quedaba claro que estos eran
los “gordos”. La normalidad absoluta de como se trata una pareja promedio.
-Pues hace 29 años que no voy a Buenos Aires- acote para
hacer un chiste
-¿Y qué edad tienes tú?- pregunto con curiosidad el dueño
de casa, quien estaba cayendo en la broma que preparaba.
-Pues tengo 29- en verdad es un chiste muy viejo, a veces
efectivo y otras no tanto. Pero quería aprovéchame de hacerme el gracioso ya
que el dueño de casa estaba con buen ánimo.
-Jajajaja- se reía el dueño de casa consiguiendo mi
cometido. Mientras señor “gordo” normalidad parecía no entenderlo del todo- se está
perdiendo un humorista, eso es lo tuyo y ganan plata- ¿por qué siempre ese
argumento del dinero? ¿Por qué no puede ser por el hecho que haces feliz a la
gente? En verdad es un punto que me encantaría poder rebatir siempre, pero ese
no era el momento.
-No sé porque no lo soy, debe ser que me gusta el
anonimato. Aún tengo la tarea firme de ser un don nadie- otro sarcasmo maldita
sea.
-Jajajajajajajajajaja- otra risa del dueño de casa. A
esas alturas ya pensaba muy a mis adentros que de verdad yo no era el gracioso,
solo era que él quien ya tenía algo más de cerveza en el cuerpo.
-Pues deberías ir a Buenos Aires. Es otra cosa todo allá-
señor normalidad no estaba dispuesto a perder protagonismo y tenía que
prepararme para una larga noche de lo genial que es Buenos Aires. Ahora bien,
puede que sea genial si eres un turista. Pero no me imagino un oficinista en
medio de la rutina disfrutar tanto de la ciudad o un niño de las calles
disfrutando de parrilladas soñadas y comedia stand up.
-Pues me gustaría ir, pero si me gano un viaje a pie en
un concurso- y seguía con los sarcasmos. Por el dueño de casa no me preocupaba,
en su estado enfiestado se podría reír de cualquier cosa. Me preocupaba del
señor normalidad, ya que los “muy normales” cuando los sacas de sus esquemas
suelen sentirse ofendidos.
-Pues que gracioso eres- decía señor normalidad fingiendo
una sonrisa y era buena señal de quedarme callado. Total ya logre hacer reír al
dueño de casa y toda su abultada humanidad (de hecho estaba riendo de nuevo). Podría
soportar un buen rato que tomara el protagonismo contando historias de Buenos
Aires junto a su “gorda”, en cualquier momento se tendrá que cansar de su auto
referencia.
Los temas de hombres estando solos suelen ser misceláneos
y diversos en general. En un momento estábamos escuchado monólogos porteños, en
otro de que modelo argentina haciendo farándula tenía más fama de puta. Así que
en un momento estábamos hablando pestes de la televisión, que las noticias,
política, arreglar el mundo y futbol. Temas simples de tocar y que no hacen a
nadie más sabio. Solo hacer amena la espera que la carne se cocinara de forma
segura sobre la parrilla. Entre tema y tema miraba hacia el living y veía a las
mujeres en su cotilleo. Me hacía gracia verla a ella tan contenta en el
parloteo, tan natural con su grupo y sus propios temas. Pensaba en como la prefería en esos momentos
desnuda en mi cuarto, solo quería eso y nada más que eso. Mientras me hacia una
masturbación mental con ella, señor normalidad pregunto a nuestro dueño de casa
lo siguiente:
-Falta algo para la mente. ¿Supongo que lo invitaste?
-No sé si llegue, le mande la invitación por Facebook,
pero tú sabes que no come carne. Aparte…- me miro y guardo silencio en un
momento. Yo no sabía de otro invitado y por la mirada del dueño de casa,
sospechar si tenía que ver conmigo su ausencia. Tenía una sospecha de todos
modos, pero de forma inconsciente no me quise pasar historias.
-¿De quién se trata?- pregunte rápido para salir de las
dudad incomodas.
-No es nada, es un amigo rastafari de hace tiempo. Es de
esos que no consumen nada de “babilón” según ellos. Ya sabes supongo, no carne,
no trago, no tabaco. Pero si marihuana y es quien la trae siempre- respuesta
que me dejo tranquilo y satisfecho para no hondar mas en el tema. Pero no
conforme de estar seguro de esa sospechosa ausencia.
Pero la visita aun incógnita como si fuese invocado, toco
el timbre y hace su aparición en gloria y majestad. Era tipo de dreadlocks como
imaginaba, pero estos muy bien cuidados y no acolchonados cuando se descuidan.
Usaba una tenida deportiva de una conocida marca, la cual se notaba que era
para este tipo de eventos. Saludo a todo el mundo con amistad que no me era
anormal, pero conmigo fue bastante frio. Se negó a instalarse con nosotros en
la parrilla, excusando que no soportaba el olor a la carne de Babilón. De igual
forma critico los bebestibles de las mujeres y los hombres. La dueña de casa
haciendo uso de condición, pidió entonces que sacara algo bueno entre risas. Lo
cual el obedece, pero de modo de hacer notar su importancia de esta labor
frente al grupo. A mí la idea de fumar hierba me agradaba, pues genera
sensación de paz y hambre para comer sin remordimientos. Pero me cohibía el
hecho de tener que estar rogando por un poco de marihuana.
-Trae para aquí también, no seas maricón con tus amigos-
grito nuestro obeso anfitrión con algo de angustia. Con eso ya estaba seguro
que el chico rastafari, solo para mostrar su grado jerárquico en el grupo con
la hierba, tenía la costumbre de hacerse de rogar más de lo soportable.
-espera que las damas primero- dijo con aires que solo yo
encontré pedantes- después para los amigos nunca les va faltar.
Algo me molestaba aparte del saludo frio y de su
sobrevalorada importancia. Pues si bien era amigable con todos, presentía que
con mi nena tenía un trato más zalamero. Confirmaba así gran parte de las razones
de su ausencia, por lo menos cuando aún no llegaba. Pero es difícil saber que
tan así pudo ser, de que tipo relación tiene o tuvo con ella. Me serene lo que más
pude y guarde más silencio de lo posible. No quiero presumir que mi instinto
algo me hiso sospechar desde el momento que lo vi llegar o que ya lo sospechaba
de antes. No solo cuando fue nombrado, de hecho mucho antes. De cuando ella me
propuso la idea de la junta con sus amigos y vaticinado que esos temas se tocarían.
Pero las cosas se presentaban de tal manera, que estaba seguro que yo y él tendríamos
conflictos durante la velada. Solo entraría en conflicto si él me provocaba,
que el agrediera primero con la excusa de que solo me defiendo. Pero ver su
trato zalamero, me tenía tirando fuego por los ojos.
Por fin en un momento se dignó a salir a compartir su
maldita hierba y dejar a mi novia en paz. Notaba que para ella la situación era
incomoda también, pero lo podía disimular y hacer como si nada. Me dieron ganas
de reprocharle eso si, por lo incomodo de la situación. Pero me serenaba en el
momento, imaginado que para ella tampoco esperaba que fuese así todo. Que
existiera la posibilidad de que no llegara por ser un asado y así nos libraría a
todos de ese mal momento. De verdad todo estaba bien, lo pasaba bien para mi
sorpresa. Incluso señor normalidad no era del todo malo, solo inseguro por ser
tan normal, pero eso no era ningún pecado. Incluso sus anécdotas a veces eran
interesantes y para no ser menos mientras fumaba contaba de no sé dónde tenían
plantaciones gigantes. Pero el chico que se cree rastafari, me provocaba
rechazo total. Llego mi turno después de un buen monologo sobre plantaciones
gigantes y distinto tipos de cannabis. Pero no fue mi turno, fue la oportunidad
de que el rastafari de cartón lanzara su primer golpe.
-Yo ya dije que solo para los amigos- esa fue la declaración
de guerra más directa que puso hacer. No la esperaba de tan mala clase, sobre
todo si se trata de un vicio. Mire a ella de reojo y me di cuenta que también
miraba incomoda la situación, aun cuando sin tener noción de la escena
completa. No le di más vueltas, por mucho que mi nena se pudiera molestar o los
dueños de casa. Estaba justificado para responder. Incluso señor normal y don
sobre peso anfitrión, ponían cara de “aquí arde Troya”.
-Pues qué bueno que tocaras el tema y de verdad sácame de
una duda- ya de verdad no importaba los modales y toda la mierda ensayada
durante el día- ¿si no tuvieras marihuana tendrías amigos?- lo dije casi
sonriendo, pero con ganas de degollarlo vivo. Las caras de los presentes cambio
de “peligro” a boquiabiertos.
-Yo tengo muchos amigos que me convidan- dijo intentando
justificarse de mi respuesta. Cuando intento seguir sabía que no lo podía dejar
seguir hablando.
-¿Anda con ellos entonces si tanto te molesta babilón y
dales a ellos tu discurso de mierda? Puede incluso que te den tanto como para
que te calles y quedes mudo de una puta vez- ahí no podía ser amable e hice lo
que siempre supe hacer en esos momentos. Mi lata de cerveza con puntería perfecta
entre sus ojos y así darme el tiempo de
distraerlo para atacarlo con mis propias manos. Con un golpe certero de puño en
su mentón con la guardia totalmente descubierta, lo hiso tambalear un poco. Si seguía
lanzando golpes seria mío y pasaría a la historia. Pero entre los otros dos
presentes me sujetaron cuando ya veía a mi rival caer. Mas encima mi nena corrió
para ponerse entre medio.
Después de eso no me quedo más que disculparme y salir
furia sin saber dónde ir. Ella me siguió reprochando mi violencia y de cómo
arruine todo. En un momento pensé mandarla al demonio a ella y a todos sus
amigos. Pero en cambio hice las preguntas de rigor sobre toda la situación y
ella fue honesta conmigo. La historia es bastante tonta, muy jóvenes en una
fiesta se dieron un beso, el queda enamorado y ella solo lo ve como amigo. No me
era esa situación extraña y pude entenderla que con el no pasaba nada. Nos perdonamos
mutuamente, pero de igual forma al llegar a mi casa, terminamos haciendo el
amor con un poco de rabia ambos.