domingo, 31 de agosto de 2014

Un poco más fuerte

Ella se convierte en una extraña y yo me hago más fuerte. He querido matarla en ocasiones, pero termino llorando y haciéndome más fuerte. Ella simplemente parece otra persona, nada que ver con la mujer que despertaba desnuda en mis domingos. Ella no es la misma y no puedo reclamar por eso. Yo tampoco soy el mismo desde entonces, soy solo un poco más fuerte.

Les conté que quise matarla, pero hubiese sido una pérdida de tiempo. Ella se mató a sí misma y ahora simplemente es otra. No es la que caminaba por el parque hacia una cerveza, no es la que hacia callar mis chistes fomes a besos. Puede que sea su forma de ser más fuerte, siendo para mí una completa extraña.

Ella tan distinta y casi irreconocible. Tengo que mirar dos, tres e incluso mil veces para reconocerla. Es un poco triste todo esto y solo termino haciéndome más fuerte.

jueves, 21 de agosto de 2014

Una breve comedia romántica

Ella pudo ser perfecta, pero no le gustaban los gatos. Me hablaba de libros que no fueron las 50 sombras de Grey, crepúsculo o la biblia, pero no le gustaban los gatos.

Yo me la pasaba bien al lado de ella, se reía con mis chistes y mientras tanto podía mirar su escote. Por otro lado ella parecía estar divertida con mi compañía y no parecía asustarse con mi cinismo. Era elocuente en sus comentarios y graciosa en sus historias, no entiendo como no le pueden gustar los gatos.

Intente tocar el tema un par de veces y sus ojos me advirtieron lo difícil que se me ponía ligar si seguía con el tema. Así que no seguí insistiendo, el que no le gustara los gatos no era tragedia. Si lo estaba pasando bien y de verdad estaba muy pronto a poder pasarlo mejor, solo tenía que obviar los gatos.

 No me fue difícil olvidarme de los gatos, nada era difícil de olvidar besando su boca. Se acabaron los peros y los casi. Un beso y olvidar hacían todo perfecto. El encontrarnos, el conocernos, el compatibilizar, el gustarse y el besarnos.

Estoy seguro que estaba satisfecho, porque no tenía esa sensación de que algo no encajaba. Solo me limitaba a disfrutar ese momento, entregar mis sentidos solo cada segundo en su boca. Solo me permitía distraerme en pensar en los próximos besos y en recordar por siempre esa primera vez. Claro que estaba satisfecho y me sentía un bastardo con suerte.

Caminamos hasta el metro de la mano y solo quería pensar en una próxima vez con menos ropa. Tenía toda la confianza de que así sería, de nuevo estaba ahí creyendo en el destino. Solo tenía que lanzar la invitación de forma sutil y ver que respondía.

-Si no tienes planes para el próximo fin de semana, podemos juntarnos. De hecho te puedo invitar a comer y te cocino algo rico.
-Me parece y yo puedo llevar el postre. Pero por si acaso, ¿tú no tienes gatos? Es que parecen que te gustan.
-No tengo gatos por ahora. Pero si, me gustan los gatos.
-Pero son traicioneros.
-Los humanos lo son más y andas con uno de la mano.
-Bueno, es mi forma de pensar.
-Está bien, no me molesta tu forma de pensar.

En verdad no me molestaba su forma de pensar, de hecho todo lo contrario. Por otro lado si ella era feliz detestando gatos, era su problema. Después de todo, también me dedico a destetar muchas cosas. Lo molesto, puede que fuese ese argumento para odiar una especie. Era eso o yo el que buscaba los peros. Pero como se imaginan, esa comida nunca se hizo y ninguno de los dos mostró interés porque se hiciera.  A los gatos parece que también les dio lo mismo.

domingo, 10 de agosto de 2014

Trillado

Ese día estaba dispuesto para arrancarme la cabeza, tirarla al piso, mearla y patearla hacia el olvido. Pero en el peor de los casos, me conformaba con vomitar el hígado como plan “B”. Al final solo era un trillado, con un problema trillado y el consuelo trillado de trastocar los sentidos.

Entre perdidas de consciencia y otros orgullosos pecados me fui aceptando el panorama. Estaba triste, no lo niego. Pero entre la trillada nostalgia, pude liberar una trillada risa, con las trilladas groserías.


El ánimo subía un poco. Incluso con un despertar de un dolor de cabeza como si me la hubiese arrancado, tirado al piso, meado y pateado hacia el mediodía. Me atragante con paracetamoles y sobreviví de suerte, pero de buen humor extrañamente. Mis problemas sociales se resolvieron casi en su total, con los trillados vicios de hablar solo y correrse la paja.