Ella pudo ser perfecta, pero no le gustaban los gatos. Me hablaba
de libros que no fueron las 50 sombras de Grey, crepúsculo o la biblia, pero no
le gustaban los gatos.
Yo me la pasaba bien al lado de ella, se reía con mis
chistes y mientras tanto podía mirar su escote. Por otro lado ella parecía estar
divertida con mi compañía y no parecía asustarse con mi cinismo. Era elocuente
en sus comentarios y graciosa en sus historias, no entiendo como no le pueden
gustar los gatos.
Intente tocar el tema un par de veces y sus ojos me advirtieron
lo difícil que se me ponía ligar si seguía con el tema. Así que no seguí insistiendo,
el que no le gustara los gatos no era tragedia. Si lo estaba pasando bien y de
verdad estaba muy pronto a poder pasarlo mejor, solo tenía que obviar los gatos.
No me fue difícil olvidarme
de los gatos, nada era difícil de olvidar besando su boca. Se acabaron los
peros y los casi. Un beso y olvidar hacían todo perfecto. El encontrarnos, el
conocernos, el compatibilizar, el gustarse y el besarnos.
Estoy seguro que estaba satisfecho, porque no tenía esa
sensación de que algo no encajaba. Solo me limitaba a disfrutar ese momento,
entregar mis sentidos solo cada segundo en su boca. Solo me permitía distraerme
en pensar en los próximos besos y en recordar por siempre esa primera vez. Claro
que estaba satisfecho y me sentía un bastardo con suerte.
Caminamos hasta el metro de la mano y solo quería pensar en
una próxima vez con menos ropa. Tenía toda la confianza de que así sería, de
nuevo estaba ahí creyendo en el destino. Solo tenía que lanzar la invitación de
forma sutil y ver que respondía.
-Si no tienes planes para el próximo fin de semana, podemos
juntarnos. De hecho te puedo invitar a comer y te cocino algo rico.
-Me parece y yo puedo llevar el postre. Pero por si acaso,
¿tú no tienes gatos? Es que parecen que te gustan.
-No tengo gatos por ahora. Pero si, me gustan los gatos.
-Pero son traicioneros.
-Los humanos lo son más y andas con uno de la mano.
-Bueno, es mi forma de pensar.
-Está bien, no me molesta tu forma de pensar.
En verdad no me molestaba su forma de pensar, de
hecho todo lo contrario. Por otro lado si ella era feliz detestando gatos, era
su problema. Después de todo, también me dedico a destetar muchas cosas. Lo molesto,
puede que fuese ese argumento para odiar una especie. Era eso o yo el que
buscaba los peros. Pero como se imaginan, esa comida nunca se hizo y ninguno de
los dos mostró interés porque se hiciera. A los gatos parece que también les dio lo
mismo.