No sé cómo empezar, puede que
el principio sea tan lejano como la mismísima inocencia. Pero siento que tengo
que darme la lata de recordar la primera fumada y por ende el primer viaje. Si
mal no recuerdo, fue una convivencia del curso después del colegio. Una de esas
completadas para juntar fondos, que nunca supe qué mierda se hizo con ese
dinero, pero la ocasión sirvió para ponernos un poco locos. Ya saben, compramos
cerveza, cigarros sueltos y una mina repitente se la jugó llevando un
porro. No recuerdo como se llamaba la
mina del porro y de hecho me caía como el culo, porque tenía esa mala costumbre
de tratarnos como cabros chicos. Pero esa vez no dio un voto de confianza, una
prueba para nuestras inexpertas bocas que solo sabían beber y vomitar. Al
principio no me entusiasmaba tanto, prefería la cerveza o el ron “Silver” o
simplemente no tener que relacionarme con la mina del porro. Pero ahí estaba
toda dispuesta la Javi, siempre tan
linda como la recuerdo. Su cabeza llena de trenzas, una polerita diminuta con
el “Gato Felix”, el pantalón a la cadera dejando ver de vez en cuando un
ombligo perfecto y esa forma con la que me miraba y yo solo sonreía. Así que
como el perro siguiendo la leva, me sume para fumar el primer porro de mi vida.
Lo que paso después queda en la antología de anécdotas del curso, no sé qué
compañero vomito en el sofá o que una compañera se meo los pantalones porque no
alcanzo entrar al baño. Pero yo estuve a punto, lo más cerca que estuve en toda
mi fase escolar, de atinar con la Javi. Según mis compañeros, solo estaba
sentado al lado de ella mirando el techo. Pero rosaba su mano, sentía el olor
de su colonia de guagua y podía hablar con ella sin que me sintiera cohibido.
Sé que ahora me parece esa situación infantil y sin importancia. Pero para ser
mi primera volada fue la raja, lo mismo pasó con la segunda, la tercera y así
cada vez que enrollo algo y le prendo fuego. Sería injusto del todo culpar a la
mina repitente o a la Javi de mi gusto por la ganja. En verdad no tengo porque
culpar a nadie, ni tampoco agradecer. Pero la marihuana va con mi personalidad
sensible y egoísta. Era cosa de tiempo probarla y que me quedara gustando. De
hecho ni la marihuana tiene la culpa de que mi vida sea un envidiable desastre
a los ojos del mundo.
Mucha gente que me conoce por
casualidades de la vida, no saben si admirarme o solo sentir lastima de algo. Algo no normal me pasa desde mucho antes,
incluso antes de la maldita pubertad. Algunos me dicen loco, otros de inmaduro o
simplemente un caso perdido. Pero no soy normal y tengo plena consciencia de
ello. Ahora bien, asumamos que la locura sea esta supuesta anormalidad, tengo
que asumir que muchas de las cosas que me pasan son mi propia elecciones y consecuencias.
Suerte, justicia o simplemente casualidad ¿qué importa? Solo me limitó a vivir
mi vida como me da la gana y mal del todo no lo pasó.
El asunto es que tuve un tío
al que encontraba genial, como uno siempre encuentra genial al tío que no se
casa ni tiene hijos. Como no tenía que comprar pañales, ni mantener familia, podía
darse libertades. A mis padres esas libertades les eran algo escandalosas,
aunque también sentía que era un poco de envidia por parte de ellos. Pero para
un pendejo como yo, entre rebelde e irresponsable, mi tío Evaristo era el
familiar y adulto más cool de todos. Mujeriego empedernido, bebía como cosaco y
un cigarro con la ceniza a medio caer de su boca. Siempre hacia chistes de
doble sentido o salía con un comentario que atoraba a todo el mundo en un
almuerzo familiar. Tío Evaristo era con quien sentías confianza para hablar de
mujeres o sexo ¿por qué con él y no con tus padres? Simple, el no juzgaba, solo
se reía. <<Sobrino, cuando deje de andar por hueón por la vida, en mi
departamento las puestas están abiertas. Pero eso sí, trae amigas po cabro
culiao>>. Espere hasta los 18 para cumplir con ese ofrecimiento, antes
mis viejos me mandarían a la cresta. Pero con la mayoría de edad, ni mis padres
me tratarían de cabro chico, ni mi tío Evaristo de hueón.
Recuerdo que el acuerdo fue el
siguiente, me tomaría un año sabático viviendo con mi tío con el compromiso que
me prepararía para entrar a la universidad. Si bien mi tío era todo lo genial, cool,
bakan, chévere, pulento, buena onda y relajado. Extrañaba las pequeñas cosas de
vivir con tus padres, por ejemplo encontrar comida en el refrigerador, por
ejemplo tener siempre ropa limpia, etc. Por otro lado, cuando vives con una
persona, sea quien sea, incluso la estrella de rock más virtuosa o la actriz porno
con la actitud más maraca, tienes que aprender a convivir con defectos. Mi tío
no fue la excepción, aunque lo vi con optimismo con el tiempo, murió el ídolo pero
nació el ser humano. Aprendí a quererlo y conocerlo más que admirarlo. Pasaba
por algunas crisis que me producían empatía y a veces tenia actitudes que me
sacaban de quicio. No hay día en que no lo recuerde y me sienta un poco melancólico.
Sin querer me quede en su departamento perpetuando su legado, con mis propias
crisis y actitudes desesperantes.
Por ahora solo me limito a no aburrirme,
prendo un caño para escuchar música o ver una película gringa y estúpida. Me junto
con menos gente mientras pasa el tiempo y ya aprendí, no sin antes mandarme
cagadas, a reconocer a los amigos. Salvatore, por ejemplo, es amigo. Es de esos
hueones correctos y con la impresión de que nunca serán pobres. Bebe lo justo,
pero se vuela como si el mañana no existiera. El típico argumento que la
marihuana es sana y otras pajas que a mí me valen verga. Igual si la ocasión lo
amerita fuma prensado o toma terremotos hasta que queda hecho pico. Pero aun
así, no pierde su discurso moralista y lleno de pulcritud. Nada raro en él, exceptuando
el hecho que es amigo mío. Siempre he tenido la sensación que algo en mi lo
divierte, de todas maneras le tengo cariño.
Otro amigo es Fernando o Feña,
y este de verdad parece de los míos. Si por un lado Salvatore pone los límites
y las precauciones. Feña por su parte es quien propone los excesos y las ideas
más descabelladas. No puedo ser injusto y culparlo de mala junta. Yo también soy
de esas personas que nadie quiere como amigo para sus hijos o como posible
pareja para su hija. Pero con Feña somos capaces de hacer algo digno de “Jackass”
y de hecho lo hacemos. Lo bueno de Feña es que es leal, a su modo, pero leal. Es
el único idiota que estaría de mi parte, incluso me incentivaría a destruir el
mundo si me lo propongo. En resumen son con Salvatore y
el Feña con quienes más comparto. Tengo más amigos a los cuales aprecio y les
tengo cariño. Pero son más bien ocasionales y esporádicos. Sobre todo tomando
en cuenta que todos están haciendo su vida de la forma normal en el mundo de
los adultos. Conviviendo con esposas e hijos que vienen al mundo para seguir el
tonto siclo de la vida humana. Se drogan y beben como uno. Pero cada vez menos
y con las pilas más gastadas. Aburren con sus temas de pañales y trabajo. Publican
todas sus fotos de vacaciones, para quejarse todo el año de la rutina. Por
suerte tengo aun a Salvatore y Feña. Pero es cosa de tiempo que se hagan viejos
y yo deje de ser interesantes en sus vidas.
Un día estaba con ese par de
hueones, fumando yerba en el departamento y cagándonos de la risa. Hablábamos puras
hueas a esas alturas y planificábamos un negocio. Mi idea siempre era asaltar
un banco, lo divertido es que nunca ellos sospechaban si lo digo hueando o en
serio. Feña eternamente con la idea de mierda de una productora, nada nuevo. Y
en eso Salvatore sorprendió con una idea que no esperaba del.
-Hueón la
mano es un indoor- poniéndose serio y hablando con seguridad –conozco un loco
que lo hace así. De esa manera planta de tres, una para el consumo personal y
de los amigos, las otras dos a cada una por lo bajo le saca 150 lucas. Hueón- refiriéndose
a mí –vives hace caleta de rato solo el departamento de tu tío, tenís la mano
para hacer el indoor.
Solo basto ese comentario para
darle rienda suelta a nuestras fantasías canabicas, buscando el mejor cuarto
donde hacer la instalación, que semillas cultivar y como disfrutar de tanta
marihuana a la mano. Las ventajas de no tener que comprar y sumarle la
posibilidad de agregar utilidades. Solo el buscar algo para el bajón nos desvió
el tema y quedara todo como un efímero proyecto. Pero si algo tiene Salvatore
es que cuando algo se le mete en la cabeza y le da con algo. No para hasta que
nos veamos todos de cabeza, haciendo de sus ideas una realidad. Al otro día me
lleno el correo del Facebook con información y presupuestos. Podía mandarlo a
la chucha como siempre lo hago, pero la idea no era mala. En ese momento no me
pareció mala. El problema no era que rayaba
en la ilegalidad, de hecho eso siempre con Feña nos importaba un pico. El problema
es el costo de la inversión y una cantidad de plata que es considerable. Cada alógeno,
fertilizante e incluso las semillas de crecimiento rápido. Todo eso me parecía
caro y algunas cosas innecesarias. Siempre vi a mi mamá que solo gastaba agua
en sus chifleras y mala madres. No sé qué tanto podía costar mantener una
planta, pero me parecía mucho de buena a primeras. <<Tendría que pedir
prestado>>. Fue lo único que atine a decir, no tenía de donde mierda sacar
60 lucas mínimo que pedía Salvatore cada uno por cabeza. Feña tampoco tenía esa
cantidad y estaba seguro de eso. Ya no era tan la mano un indoor, no sin antes
asaltar un banco. Pensaba sin optimismo ninguno.
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