Estábamos en Alameda, frente a la Moneda y al lado de
mausoleo del huacho Riquelme. Sentado en una banca de piedra le hable a la
flaca de ser viejos y ella me responde un “te amo”. En ese momento fui feliz,
fui el hombre más feliz del mundo. Lo había conseguido, ahora podía morir en
paz.
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