Mantengo las ventanas, las
puertas y hasta mis instintos cerrados. De ser necesario incluso la boca y uno
que otro círculo mantenerlos de igual forma, cerrados e impenetrables. Todo lo
necesario para evitar que se arranque mi locura más enferma o que entre la
desesperación más aguda. Tengo que poner más de lo que soy para no hacer una
tragedia, para no terminar en la alfombra mordiendo el polvo o explotando con
un llanto desesperado mientras me sangran los nudillos. Busco algo que detenga
todo o retroceda el tiempo. Puede que tenga que luchar con mi egoísmo para no
seguir perdiendo en esta historia, pero puede que solo me sirva para aceptar mi
derrota y aceptar como castigo todo vestigio de sabor amargo. Me he estado
engañando y haciendo trampas para simplemente no sentirme mal. Me escondo en el
lívido cotidiano, en sustancias ilícitas o las botellas hermanas. Por momentos
llego a jactarme de una libertad que no existe, porque no soy libre, solamente
estoy solo.
En mi cabeza rondan las malas
ideas y más de una ocasión me he dejado llevar por ellas. Un poco para sonreír
en público, otro tanto para no seguir dando vergüenza o simplemente por temor a
la muerte. También debo confesar que tiemblo un poco ante la idea de perder
todo juicio y ver mi entorno manchado de rojo. Me da pánico imaginar de qué
seré capaz, que cosas voy hacer cuando ni yo me controle. Cuando ni siquiera me
deje llevar por malas o buenas ideas. Cuando actué como un animal herido y sin
una gota de humanidad. Cierro mis ojos y pienso en mi madre para no seguir cayendo,
solo pensar en su pena me mantiene en una triste neutralidad.
No puedo mentir en decir que
he querido morir y solo agradezco a mi cobardía por aun seguir respirando. Porque
si tuviese el valor yo mismo me arranco las tripas, con mis propios manos hasta
olvidar el pasado de aire nefasto, hasta que todo llegue a un final que me de
paz eterna. Pero soy cobarde y tengo tanto sentido de culpa como si fuese
cristiano. De forma masoquista sin ser mártir he aceptado el castigo. No puedo
negar que todo dolor es horrible, pero la culpa me dice que no es suficiente. Puedo
agradecer a la culpa que no me deja morir, también la puedo maldecir porque la
locura me tiene de los testículos. Pero de merecer morir, solo desearía que
fuera la mano de ella, ser un lobo con piel de oveja para entregarme en
sacrificio.
Ella, siempre es ella. De dar
gracias por pisar el mismo suelo, pasando por su recuerdo desnudo, hasta llegar
a odiar quienes la rodean. Son tanto los pensamientos, sensaciones y fantasmas
que me provoca. Su único presente es esa ausencia, unas bragas encontradas
entre las sabanas y sentir que he hecho todo mal. Es mucho a las cosas que les
doy la vuelta y se hace un infierno sin una gota de licor cerca o cualquier
cosa que me haga dormir. Pero aun así la culpa me tiene desvelado y ella
aparece en remordimientos eternos de madrugada. Ya ni sé si quiero paz o seguir
castigándome. Mucho menos sé que querrá ella, pero algo presiento, eso si no
sin antes sentir miedo por eso.
¿Valdrá la pena vivir y morir
por amor? ¿O valdrá más la pena vivir y morir con amor? Me respondo de forma
optimista haciendo creer a mi ego que yo con el amor no congeniamos, que para
mi salud mental solo es bueno sentir odio. Pero solo consigo perder noción de verdadero
o falso, perder noción de mi entorno o mi alma, que cada punto cardinal solo
sean recuerdos. No sé cuánto pueda aguantar, solo la culpa me hace aguantar y también
una que otra falsa esperanza. Solo puedo sacar en limpio que el amor existe,
muy por el contrario de dios o toda idea de salvación.
Pero ella está de cierta
forma, como una metáfora más que un simple recuerdo. Ella mil veces en todo,
mil veces en lo que me queda de vida. Solo espero que todo valga la pena para
algo, para aprender mi lección a través del tormento o que ella simplemente
pueda seguir sonriendo. Mantengo todo cerrado, pero ni yo sé hasta el momento
que dejo fuera o que tengo encerrado. Solo no quiero una tragedia, no más por
esta vida.

que buena escritura. Saludos
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