miércoles, 22 de enero de 2014

Tengo que decir que...

Mantengo las ventanas, las puertas y hasta mis instintos cerrados. De ser necesario incluso la boca y uno que otro círculo mantenerlos de igual forma, cerrados e impenetrables. Todo lo necesario para evitar que se arranque mi locura más enferma o que entre la desesperación más aguda. Tengo que poner más de lo que soy para no hacer una tragedia, para no terminar en la alfombra mordiendo el polvo o explotando con un llanto desesperado mientras me sangran los nudillos. Busco algo que detenga todo o retroceda el tiempo. Puede que tenga que luchar con mi egoísmo para no seguir perdiendo en esta historia, pero puede que solo me sirva para aceptar mi derrota y aceptar como castigo todo vestigio de sabor amargo. Me he estado engañando y haciendo trampas para simplemente no sentirme mal. Me escondo en el lívido cotidiano, en sustancias ilícitas o las botellas hermanas. Por momentos llego a jactarme de una libertad que no existe, porque no soy libre, solamente estoy solo.

En mi cabeza rondan las malas ideas y más de una ocasión me he dejado llevar por ellas. Un poco para sonreír en público, otro tanto para no seguir dando vergüenza o simplemente por temor a la muerte. También debo confesar que tiemblo un poco ante la idea de perder todo juicio y ver mi entorno manchado de rojo. Me da pánico imaginar de qué seré capaz, que cosas voy hacer cuando ni yo me controle. Cuando ni siquiera me deje llevar por malas o buenas ideas. Cuando actué como un animal herido y sin una gota de humanidad. Cierro mis ojos y pienso en mi madre para no seguir cayendo, solo pensar en su pena me mantiene en una triste neutralidad.

No puedo mentir en decir que he querido morir y solo agradezco a mi cobardía por aun seguir respirando. Porque si tuviese el valor yo mismo me arranco las tripas, con mis propios manos hasta olvidar el pasado de aire nefasto, hasta que todo llegue a un final que me de paz eterna. Pero soy cobarde y tengo tanto sentido de culpa como si fuese cristiano. De forma masoquista sin ser mártir he aceptado el castigo. No puedo negar que todo dolor es horrible, pero la culpa me dice que no es suficiente. Puedo agradecer a la culpa que no me deja morir, también la puedo maldecir porque la locura me tiene de los testículos. Pero de merecer morir, solo desearía que fuera la mano de ella, ser un lobo con piel de oveja para entregarme en sacrificio.

Ella, siempre es ella. De dar gracias por pisar el mismo suelo, pasando por su recuerdo desnudo, hasta llegar a odiar quienes la rodean. Son tanto los pensamientos, sensaciones y fantasmas que me provoca. Su único presente es esa ausencia, unas bragas encontradas entre las sabanas y sentir que he hecho todo mal. Es mucho a las cosas que les doy la vuelta y se hace un infierno sin una gota de licor cerca o cualquier cosa que me haga dormir. Pero aun así la culpa me tiene desvelado y ella aparece en remordimientos eternos de madrugada. Ya ni sé si quiero paz o seguir castigándome. Mucho menos sé que querrá ella, pero algo presiento, eso si no sin antes sentir miedo por eso.

¿Valdrá la pena vivir y morir por amor? ¿O valdrá más la pena vivir y morir con amor? Me respondo de forma optimista haciendo creer a mi ego que yo con el amor no congeniamos, que para mi salud mental solo es bueno sentir odio. Pero solo consigo perder noción de verdadero o falso, perder noción de mi entorno o mi alma, que cada punto cardinal solo sean recuerdos. No sé cuánto pueda aguantar, solo la culpa me hace aguantar y también una que otra falsa esperanza. Solo puedo sacar en limpio que el amor existe, muy por el contrario de dios o toda idea de salvación.


Pero ella está de cierta forma, como una metáfora más que un simple recuerdo. Ella mil veces en todo, mil veces en lo que me queda de vida. Solo espero que todo valga la pena para algo, para aprender mi lección a través del tormento o que ella simplemente pueda seguir sonriendo. Mantengo todo cerrado, pero ni yo sé hasta el momento que dejo fuera o que tengo encerrado. Solo no quiero una tragedia, no más por esta vida.

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