Aun me queda algo de esa rabia
infantil, algo de la preocupación por la vejes y algo del miedo irreal a la
muerte. En cambio me sobran las palabras y las erecciones matutinas. Por ahí tengo
guardado algunos sueños, entre ideales y frases bonitas para escribir con los
nudillos.
Me queda una vida cada vez más
corta por delante, un pasado que cambia matices con el tiempo y el presente
como una partícula de polvo. Me queda la incómoda verdad de las revoluciones y
la insufrible verdad de sentir aprecio por algunos seres humanos. De la
felicidad vestida de mujer no me queda nada, solo recuerdos que morirán junto con
la existencia.
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