domingo, 14 de septiembre de 2014

Salvajes, la densidad de la sangre.

Fue un 5 de marzo cuando me presentaron a mi madre, pero tuvieron que pasar años para poder entender que rol que juega esa persona y ese título que conlleva. En fin, un poco para explicar el contexto, me vi creciendo en el seno de una familia clase media con todo lo que eso significa.  Los valores cristianismo mezclado con la burguesía, el miedo a la miseria, deseo por lo que la televisión nos ofrecía y la única real herencia a la cual aspirar era la educación. En esto último era mi madre una sacerdotisa al respecto, una muy orgullosa profesora de básica.

Yo desde mi ni nacimiento fui un salvaje, pero ese salvajismo, era solo la voz que según Cristo no debíamos escuchar. Así que la ignoraba por miedo al infierno, de la misma forma ingenua me tiraba del ropero con un par de guantes gritando “VENGADOR A MI”. Pero el ser salvaje estaba ahí al asecho, como el cazador que es, esperando su momento de atacar y hacerse valer. Yo solo ignoraba e intentaba ser buen hijo, un buen hermano, un buen cristiano merecedor de la salvación eterna. Lo que nunca intente fue ser buen alumno y lo digo con orgullo. Las escuelas te enseñan de todo, menos ser feliz. Esta parte es curiosa, porque si bien mi rechazo al colegio era absoluto, nunca pude ver en mi primer periodo escolar, a mi madre la profesora como un némesis. Por el contrario, para mí solo era la mamá y era motivo mucho más que suficiente para amarla.

Claro que hacia rabiar a mi madre y qué niño no lo ha hecho. Hacia mis travesuras, tenía mis berrinches y por sobre todo mi odio a la tarea. El resto del tiempo vivía lejos del mundo y sus problemas, como un miembro de una familia bien constituida ante los ojos de dios. Así que no me hacía problemas de disfrutar mi vida como hijo, hermano o nieto. Los grandes se hacían cargo de todo y yo podía darme el lujo tener a Tom y Jerry como religión. Siempre confíe mucho en los adultos, así que era simple dedicarme a ser feliz y vivir como un mamón entre los brazos de mi madre. Pero por mucho que viviese bajo las polleras de mamá, algo me hacía sentir como el lobezno a la siga de las tetas de la loba.  Dos depredadores disimulando en el mundo de los humanos, aunque motivos distintos. Lo mío era solo instinto, mi madre en cambio era una figura pública y con mucho interés en el que dirán.  A mí también me importa el que dirán tanto como a ella, pero no para camuflar mi salvajismo, más bien para camuflar mi humanidad.

Confirmé el lado salvaje de mi madre en el comienzo de la pubertad y la bestia comenzó a mostrar los colmillos. Tuvimos que ser dos mantis dentro de un salón de clases, separados por 44 pares de ojos que eran presente de ese momento de nuestras vidas. Es extraño que mi madre crea que le tenga rencor, porque estudie en un colegio distinto al de ella y mi hermana, de todos modos odiaría cualquier colegio. En verdad le tengo revancha al tener que llevar una esquizofrénica de vida de hijo y alumno. Era mucho si le sumo a la idea que era un perdedor, me vi obligado a refugiarme al 100% en la locura. ¿Un loco fingiendo más demencia aun? Claro que tuvo que ser opción cuando tienes intereses de adultos, pero con la experiencia de un niño mimado.

No vi como un salvaje hasta que use por última vez uniforme de colegio y lo acepte con los brazos abiertos. Cometí más errores que cualquiera y algunos me trajeron consecuencias que han hecho pasar más de un mal rato a mis seres amados (por lo cual es lo único que me hace sentir arrepentimiento). Pero he tenido momentos felices y he aprendido a ser consciente de eso. También de los momentos amargos y los difíciles que entretienen la vida. Salvaje endémico del cemento, puedo tener paz con solo apoyar la cabeza en el suelo y mirar los cables de la plaza. Salvaje como la maleza desobediente entre las veredas, me voy haciendo camino entre las calles y los domesticados. Más allá de un bien y un mal, mucho más simple que el cristianismo, mucho más profundo que el capital.

 Salvaje por herencia, esto no fue por aprendizaje. Me presentaron una mujer salvaje el 5 de marzo de 1982, yo simplemente aprendía amarla y a llamarla mamá. Pero definitivamente ella en su vientre formo a esta bestia, el ser que se niega usar corbata. Ella no está domesticada, la gente confunde a los lobos con perros. Solo es una sobreviviente de una generación de utópicos aplastados, se tuvo que hacer la idea de solo mostrar los dientes sin beber sangre, no puedo cuestionar los que buscan sobrevivir. Tampoco el refugiarse en el plan de vida perfecto, aun cuando yo fuese parte de ese plan. Pero aun así sigue siendo salvaje, cruzando la mitad del mundo para poner en práctica mejor que cualquiera el eterno retorno. Esas acciones no las hacen los domesticados, los domesticados solo hacen turismo. Salvajes ambos, el agua sigue su ciclo, la sangre se queda.

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